
SIGLO IX, La aparición del sepulcro
Sobre el 813, reinando Alfonso II el Casto, un ermitaño llamado Pelayo, cree ver la luz de unas estrellas señalando un túmulo en el monte Libradón, donde más tarde surgiría Compostela. El suceso comunicado al Obispo de Iría Flavia, Teodomiro hace iniciar el desbroce de la maleza y se descubrió el arca marmórea con los restos que el Obispo atribuyó al Apóstol Santiago. Teodomiro da cuenta del hallazgo a Alfonso II que manda edificar sobre el sepulcro una sencilla iglesia de mampostería y barro. El mismo Rey da cuenta del hecho a Carlomagno, y la noticia se propaga por Europa.
Hasta 27 milagros obrados por Santiago, se recogen en el Códice Calixtino, pero es en el 859, durante la ocupación árabe de España, cuando en Clavijo, a 18 km. de Logroño, Ordoño I se enfrenta a las tropas de Abderramán II en clara desventaja. En el fragor de la batalla, el Apóstol Santiago aparece sobre un caballo blanco. Los cristianos vencen y es cuando el mito jacobeo traspasa los pirineos.
A partir de ahí empieza el peregrinaje a la tumba del Apóstol, trazándose caminos desde todos los confines y es a principios del siglo XII cuando alcanza el mayor apogeo, manteniéndose durante varias centurias. Esta popularidad que durante siglos llegó a superar incluso peregrinaciones como las de Roma o Jerusalén, se debió en buena parte al apoyo de los monjes de Cluny y del pontífice CalixtoII.