domingo, 18 de diciembre de 2011

El Camino de Santiago

El Camino de Santiago ha sido en la historia europea el primer eje vertebrador de Europa. El hallazgo del presunto sepulcro conllevó ser un referente en el que converger la pluralidad de culturas y de pueblos distintos ya cristianizados. Los reyes hispánicos fueron conscientes de la importancia que suponía disponer de una reliquia como los restos de Santiago el Mayor para sus propios intereses de orden territorial y militar (hombres y dinero), y por ello colaboraron activamente en la difusión y propagación del santo, básico para el éxito del camino.
Los soberanos de Navarra, Aragón y Castilla atrajeron a sus dominios gentes ricas y poderosas y también personas de todo origen y condición, utilizando todos los medios a su alcance para seducirlos: intercambio de presentes y estímulo del comercio, políticas de matrimonio y contactos de todo tipo y, sobre todo, la proclamación de los parabienes de todo tipo que las ofrendas a Santiago suponían, si uno iba a visitar el sepulcro. La creencia en los milagros del santo provocó que la gente comenzar a peregrinar a Santiago de Compostela para obtener su gracia.
El primer peregrino conocido fue Gotescalco, obispo de Puy, en 950; más tarde iniciaría el camino Raimundo II, marqués de Gothia, y un siglo más tarde peregrinaba el arzobispo de Lyon.
El camino de Santigo fue a partir de ahí un canal directo de cultura, de información, de comunicación enriqueciendo a unos y otros: cuanto se decía, de predicaba, se contaba, cantaba, esculpía o pintaba, alcanzaba siempre a más gente y más lugares. Compostela se convertiría en un centro neurálgico junto a Roma y a Jerusalén, especialmente entre los siglos XI a XIV, siendo un foco catalizador de toda la sociedad.

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